Gracias al apego, el niño aprenderá a querer, a besar, a acariciar, a reconocer sus sentimientos y los de los demás para poder expresarlos sin titubeos; a superar los fracasos sin que éstos lleguen a afectar su estabilidad emocional.
Querer a los demás es una experiencia enriquecedora, que deja un gran aprendizaje y potencia su desarrollo.
Acompaña los gestos afectivos con palabras que refuercen estos gestos, como un "te quiero", elogios, reconocimiento de logros y cualidades, etc.
Se ha comprobado que los adultos que aseguraron no haber recibido afecto durante su niñez, padecen con mayor frecuencia enfermedades mentales como la ansiedad y la depresión.
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