Una afectividad positiva representa la primera garantía de estabilidad emocional y seguridad que los niños necesitan. Para que éstos la desarrollen, es determinante la actitud de los padres; ya que de ellos depende la educación afectiva de sus hijos. Como principal paso, se debe tener en cuenta que las muestras de afecto son totalmente imprescindibles para el desarrollo infantil e impactarán en las conductas futuras de cada etapa de la persona.
Algunos padres tienen la idea incorrecta de que mostrar afecto nos vuelve vulnerables y que de esta manera es más fácil que los demás puedan hacernos daño, por lo tanto, ser duro y reprimir las emociones es mejor para enfrentarnos a la vida. No obstante, precisamente el no mostrar afecto es lo que nos debilita, ya que es posible reprimir las muestras de afecto pero no el afecto en sí. Lo anterior provoca una contradicción complicada que lleva al niño un estado de confusión.
Es entonces, que lo más saludable es dejar salir ese afecto y enseñar a los niños a expresarlo sin miedo, a través de un primer ejemplo que provenga de los padres hacia ellos. Sólo así podrán comprender que querer a los demás es una experiencia enriquecedora, que deja un gran aprendizaje y potencia su desarrollo.
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