Ese niño que sonríe a medio mundo es pureza que contiene en el alma. Claridad como el cielo en el campo; amor sin prejuicios, feos y burdos. Chamaco de pantalones vaqueros en la mano cargando tu escoba tropezando con caras enojonas que olvidaron traer sus caballos. Cabalgando con rumbo al castillo botas y armadura bien colocadas en el cinto la espada bien filosa sin la maldad, pero sí con justicia. Con sonrisa y sintiendo alegría pues la vida se torna tan bella no hay rencores que pudran el día ni tu rostro denota sorpresa. Mas no falta el ingrato que peque, y levante la voz con rencores, que nos pudra el ambiente tranquilo de ternura tan fina de un niño. Del gran susto que causa la histeria se desbordan sus ojos de miedo se desprende la voz, ¡hay nos vemos!, y el caballo se esfuma a lo lejos. Chamaco de pantalones vaqueros en la mano cargando tu escoba tropezando con caras enojonas que olvidaron traer sus caballos. Cabalgando con rumbo al castillo botas y armadura bien colocadas en el cinto la espada bien filosa sin la maldad, pero sí con justicia. Con sonrisa y sintiendo alegría pues la vida se torna tan bella no hay rencores que pudran el día ni tu rostro denota sorpresa. Mas no falta el ingrato que peque, y levante la voz con rencores, que nos pudra el ambiente tranquilo de ternura tan fina de un niño. Del gran susto que causa la histeria se desbordan sus ojos de miedo se desprende la voz, ¡hay nos vemos!, y el caballo se esfuma a lo lejos. Autor:Pablo Cerda |